miércoles, 12 de febrero de 2014

Santiago y la Muerte

Santiago Feliú (1962-2014)



“Dicen que murió Santiago Feliú”, fue lo primero que leí esta mañana cuando encendí la tableta y me reconecté al mundo. De inmediato le escribí a Darsi indagando si era cierto, pero no pude esperar respuesta: busqué en Google Noticias y ahí estaba la confirmación desde el blog de Silvio: infarto.
El impacto fue como de golpe de tambor mayor, de esos que repercuten en el estómago y cimbran. Hace unos días, reparando en que hemos cruzado la barrera del medio siglo y ya no somos tan jóvenes, me preguntaba quién sería el primero en partir, quiénes lo seguiremos en esa fila india que no se va a detener.
Santiago y yo no fuimos amigos; lo conocí como casi todos: de la televisión o de haber coincidido ocasionalmente en alguna peña o algún sitio de La Habana cuando él cantaba “Vida” y teníamos toda la vida por delante. Él siempre fue el “distinto”, el raro, el revolucionario. ¿Por qué entonces este golpe de tambor, estas lágrimas incontenibles? Porque la muerte de Santiago nos regresa a una etapa definitoria para nuestras vidas y para la cultura cubana, nos enfrenta a quienes somos: esa generación, esos años ochenta y todo lo que ello significa.

Nadie se va antes de tiempo: la Muerte sólo cumple un cronograma. Hoy debimos quedarnos todo el día sentados en la colina —la que fuera— mirando el mar. O, cuando menos, en el sillón más amado de la casa escuchando “Vida” y “Para Bárbara”. Pero la vida, cruenta, nos sacó de la casa y nos lanzó al mundo como a él a quién sabe qué confines. Que te vaya bien, Santiago, nos llevas ventaja: tú ya sabes lo que hay que saber.


12 comentarios:

Patricia Toledo dijo...

Te abrazo.

Dalia dijo...

Odette espero que estés bien.

Triste la noticia :(

Te mando abrazos, saludos a Patty!

gloria careaga dijo...

De ésas pérdidas que cuesta trabajo asimilar, que nos remontan a cuántos pasajes de nuestra vidas, al mismo tiempo que al futuro inevitable. Un abrazo.

Mayra dijo...

Odette, efectivamente, debimos estar sentados en silencio sobre aquella colina, frente al mar, o compartiendo en casa cualquier brebaje con uno o varios amigos, sin saber qué decirnos, escuchando tal vez las Náuseas de fin de siglo o algún otro delirio.
No es la simple cercanía de la muerte lo que nos consterna, es una resonancia oculta, un dolor sordo ante la súbita ausencia de una pieza importante en el entramado de una generación, de ESA generación que siempre pensamos que sobreviviría.
Un abrazo!

Veronica Cervera dijo...

Amén.

Manolo Mulet dijo...

Negra: Me gustó la despedida que le hiciste a Santiaguito.

Viky dijo...

Ode, con Santiago sucede algo medio místico, hay magia en él. pq si bien fue el raro, tuvo el don de dejarse acariciar con sus letras, era un tipo lindo, desde la esencia de la palabra. Y se siente como tambor pq no podemos estar ahí, donde queremos, junto a toda esa gente linda que de seguro están ahora mismo cantando en maratón, guitarra en manos llorosas. Yo sí me qudé hoy a oirlo, ahora suena Créeme. Mi abrazo.

Anónimo dijo...

Amiga mia,lo dices todo.......
Juan carlos valls

Ernesto Fundora dijo...

Bonito y sincero Odette.- Gracias, besos, Fundo

Rafael Quevedo Dominguez dijo...

Gracias Odette, aunque no quepan las palabras por ida de Santiago, de Santy el Iluminado.
Abrazo Queve

Anónimo dijo...

Gracias Ode. Extraordinariamente bello y cierto lo que escribiste. Besos
Omar Mederos

Javier Iglesias dijo...

Con la muerte de Santy, morimos todos un poco.